lunes, 14 de marzo de 2011

La lección del Jefazo

Por Líbana Nacif Heredia

Rodea con el brazo a su interlocutor, le presume las grandes bondades que hay por venir y lo invita a ser parte de la Transformación de Guerrero.

No es una empresa fácil, la pretensión es tan ambiciosa como alta es la expectativa que ha vuelto a sembrar en la gente, tras un gobierno que dejó frustrada la ilusión de cambio tras la hazaña histórica de la alternancia.

Ángel Aguirre con voz erguida y mirada suave, cual jefazo, corrige al incrédulo discípulo y le recuerda que ahora la historia se escribió con otro nombre, que el protagonista es otro hombre y que la ruta es distinta.

Le motiva recordando los grandes éxitos adquiridos en la jornada, le recuerda la génesis de su candidatura, un acto radical -lo considera-, como radical te suena la transformación -agrega-, y si hablamos de radicalidades, en eso soy el jefazo –matiza dejando escapar una ligera carcajada-.

Unidad y unificación han sido los responsables de este éxito, pero la clave de la gran victoria –revela el ex priísta- es el abrazo, el apapacho, la sonrisa, el gesto amable y presumir el orgullo de haber nacido en mi tierra, eso le encanta a mi gente.

Y ya encaminado, como buen jefazo, sugiere las formas para forjar el liderazgo.

“Las mujeres, ¿arriba o abajo? siempre será un gran éxito, no lo olvides, ellas son las que más gritan, las que calientan la plaza y los hombres saben que primero hay que tenerlas contentas” indica cual maestro al discípulo.

Continúa, sugiriendo que la política hoy en día, para que convenza tiene que ser de altura, dejar la confrontación, el tono elevado en la mesa, e intercambiarlo por el gesto amable, el saludo y el reconocimiento a sus detractores en el pulpito.

Considera que los tiempos han cambiado, pero la ambición de un político siempre es la misma: el poder, –y agrega- pero el poder para servir al pueblo.

Entonces, los políticos debemos cambiar con esos tiempos, para estar a la altura de la expectativa de la gente, sino, nos retiran su confianza y no solo a nosotros, sino a la política misma.

No fue fácil convencer a quienes en su momento fueron la oposición de abrir las puertas al fuego amigo -continua compartiendo luego de hacer una pausa para encender un cigarrillo-, hacerlo fue el resultado de tejer fino, en una política de altura, suave, sin aspa vientos.

¿Los detalles? Pregunta ansioso el interlocutor.

Imagínalos – contesta- y si aprendes el arte de la política los conocerás de propia fuente-.

“Nací para servir a mi pueblo” suele decir en protocolo, y ya en la antesala a la primera nominación a la que los hombres han delegado el poder legítimo para el servicio del pueblo, el de Ometepec se encomienda a Dios y con una sonrisa que surca dos orificios en sus mejillas, invita a su interlocutor a recorrer nuevamente los caminos del sur.

Líbana Nacif Heredia

Líbana Nacif Heredia
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