Por Líbana Nacif Heredia
En La Montaña de Guerrero la miseria no es generalizada. La falta de empleo, de educación, la desnutrición y los problemas de salud se agravan en un sector particular de la población, las mujeres.
En La Montaña de Guerrero la miseria no es generalizada. La falta de empleo, de educación, la desnutrición y los problemas de salud se agravan en un sector particular de la población, las mujeres.
En cada uno de los ámbitos la feminización de la miseria encuentra un argumento que se explica en el origen cultural de los roles de género, son estos, los que frenan los intentos de desarrollo paritario de una sociedad.
Es quizá la salud el ejemplo más contundente, cuando el trabajo doméstico en La Montaña de Guerrero recae exclusivamente en las mujeres, quienes en condiciones de marginación extrema, sirven a la familia, engendran a un hijo, se recuperan de un parto y guardan energías para el trabajo del campo.
Las condiciones climatológicas en esta región del estado, con el termómetro por debajo de los 10 grados la mayor parte del año, la desnutrición que hace el cuerpo más propenso al frío, frente a la insuficiencia de energía eléctrica en viviendas, así como el nulo servicio de gas doméstico, obligan a buscar el calor, luz y comida en los fogones, fogatas y estufas de barro con leña y fuego.
El calor de las brasas, mitiga el frío, ilumina y calienta la comida a cambio del humo gris que se debate en una batalla inequitativa con el oxígeno que encierran entre cuatro paredes las pequeñas chozas de adobe o madera.
Ahí aguardan durante horas, por las mañanas y noches, cocinando los frijoles, el pápalo quelite, las tortillas de maíz y la carne seca, las mujeres de La Montaña.
Mientras arrullan al niño, limpian la casa, bordan su huipil o pintan sus artesanías, o mientras el marido bebe el agua ardiente o trabaja en los campos, de la región o de algún estado del norte del país, para llevar alimento a la casa.
En ese contexto, su vientre crece y engendra una nueva vida que se envenena antes de nacer con el monóxido de carbono que respira su madre.
Los riesgos de salud aumentan para ellas, más aún en el caso de las embarazadas, quienes mal comen una vez al día y trabajan largas jornadas en el campo, en la cocina, sin servicios de salud suficientes ni eficaces que brinden la certeza de que su embarazo mal cuidado puede lograrse con éxito.
En La Montaña de Guerrero el hospital mejor equipado se encuentra en Tlapa, ubicado en el centro de una región dividida en poblados separados por caminos que bordean las faldas, el corazón y la corona de agrestes montañas que para una mujer con embarazo de alto riesgo, se traducen en horas y horas de agonía, caminos que en la mayoría de los casos determinan la vida o la muerte de ella.
A ello hay que agregar la resistencia genérica a la atención médica, pues hay grupos étnicos en los que a las mujeres no se les permite hablar con barones, mucho menos dejar a un doctor revisar su cuerpo como lo exige el cuidado del embarazo.
La marginación pues, en esta región del estado encuentra su punto más álgido en el sobrevivir de las mujeres, ellas quienes los alegres colores de su huipil contrastan con la tristeza de su mirada, ellas quienes mantienen vivas las tradiciones y su cultura milenaria de generación en generación, ellas cuya naturaleza femenina, las hace herederas del precio más alto de la miseria, en La Montaña de Guerrero.