Por Líbana Nacif Heredia
Alegre, bullanguera y soñadora, son las características de la gente de la costa chica. Por todos conocida, la belleza de sus mujeres, la hospitalidad de su gente y la algarabía desenfrenada de sus prolongadas fiestas, son el matiz particular de esta región del estado de Guerrero.
Son sus ferias regionales el evento más esperado por los costaquiqueños, donde cada uno de los municipios se viste de gala para mostrar lo más bello de sus tradiciones a través de exposiciones artísticas donde la artesanía y el folclor recuerdan a lugareños y visitantes las entrañas de su historia.
Pero mas allá de esta fiesta anual en la que mayoría de los pueblos venera a su santo patrono, para la gente de la costa la fiesta es constante y cada novedad es motivo de celebración, tal es el caso de la unión de dos seres que se aman y que han decidido unir sus vidas para siempre.
La celebración de la boda en esta tierra trae consigo un largo ritual que inicia desde el día en que la pareja decide unirse, es decir “ponerse de novios”.
En San Marcos, es una tradición que ha pasado de generación en generación hasta en las familias más acomodadas, que el novio después de años, meses e incluso semanas de relación en lugar de pedir la mano de su novia, se la robe llevándola a dormir con él a su casa después de una noche de fiesta.
Ya sea de mutuo acuerdo o aprovechando los efectos del alcohol que en ocasiones confunde la noción de la realidad, la pareja duerme junta por primara primera vez y se “ponen de novios”, en la casa del novio o en un lugar desconocido para los padres de ambos a fin de evitar que “los quiten” al día siguiente tratando con ello que no se corra el rumor por todo el pueblo y tengan que casarlos.
Una vez que amanecieron de novios, comienza la fiesta y él anuncia a sus amigos y familiares la gran noticia al invitarlos “al remojo”. Comúnmente se truenan cuetes por la mañana para anunciarle al pueblo que amaneció una pareja y que ella era señorita.
Esta fiesta, con la que inicia el ritual de los novios, se lleva a cabo una vez que por la tarde los padres y familiares más cercanos de él, asisten a la casa de la novia a “pedir el parecer”, es decir, pedir perdón a los pdres de ella por el atrevimiento del novio y fijar la fecha de la boda.
La tradición indica que la novia no puede regresar a su casa y echarse para atrás. Al ponerse de novios se entiende que ella ya pertenece a un hombre y a una nueva familia, pues al dormir juntos por primera vez ella perdió su virginidad y ningún otro hombre querrá tomarla como esposa, además de que su familia está enojada con ella y no la quieren de vuelta pues ha defraudado a la familia con tal atrevimiento.
Por ello al novio no le queda mas que celebrar el remojo con sus amigos y la familia tanto de el y de ella, con abundante alcohol y en ocasiones pozole –para bajar la borrachera- pues la pareja se dedica a servir a los invitados copas de tequila pura hasta quedar sumamente briagos.
Si alguien no termina “ahogado de borracho” no puede presumir que asistió a un remojo.
Se dice que en épocas anteriores, la suegra de la novia tendía la sabana donde durmieron su hijo y su ahora nuera, para exhibirla en el lugar donde se lleva a acabo el remojo, y mostrar orgullosa la mancha de sangre que indica que ella era señorita; en los tiempos modernos esto ya no se hace por que los novios prefieren reservarse su intimidad, pero cabe mencionar que aún se dan algunos casos en que se exhibe la sabana e incluso los asistentes se toman fotos con ella.
Los invitados al remojo suelen llevar regalos a la novia, siendo la ropa interior el obsequio más común, pues como los padres están enojados con ella, no le permiten volver a la casa por sus pertenencias. La suegra por su parte, le compra alhajas de oro, para mostrarle al pueblo que la quieren en la familia y presumir que quedó en buenas manos, bien acomodada.
La fiesta, puede prolongarse por varios días, la intención es dar de beber y compartir la felicidad de los nuevos novios con cada uno de los conocidos. Hay quienes incluso contratan sonidos o grupos musicales para satisfacer a los invitados y anunciar por todo lo alto su dicha con una fiesta en la calle donde vive el novio.
Solo queda esperar la boda. En las vísperas se lleva acabo otra gran fiesta, esto es “la mojiganga”, que se celebra un día antes de la ceremonia religiosa.
La mojiganga comienza en la casa de la novia donde se reúne la familia y amigos de ésta para desfilar por las calles principales de San Marcos, pasando por la alameda central y el zócalo de la iglesia, bailando al son de la música de viento, con mujeres vestidas con largas faldas en vivos colores y sobreros adornados con flores, algunas portan una cola de diablo, otras se visten de novias, mientras desfilan repartiendo alcohol a todo el contingente e invitando a los curiosos que salen a sus corredores a unirse a esta caminata que culmina en casa del novio.
Ahí, se instala la fiesta y la familia del él se encarga de dar de beber y en ocasiones comer a la gente que viene en la mojiganga, algunos de los cuales prefieren retirarse temprano para llegar puntual y sobrios a la boda el día siguiente y otros prefieren seguirla hasta el cuerpo aguante y “curarla” en la boda por la iglesia.
Hay novios que deciden casarse por las dos leyes el mismo día, pero hay quienes prefieren hacer “tornaboda” y casarse por el régimen civil el día siguiente, para continuar la fiesta y aprovechar el recalentado que a menudo resulta insuficiente para los invitados por lo que hay que mandar a hacer mas comida.
Y así, con tres días de fiesta continua, sumados a los días que meses a tras se celebró el remojo, con mucho alcohol, comida y música matizada con la alegre convivencia de familiares, amigos, conocidos y demás, el ritual entorno a la boda en la Costa Chica ha pasado de generación en generación y se arraiga en las entrañas de la tradición que le merece a la gente de la costa, la fama de la gente mas alegre, bullanguera y soñadora de Guerrero.