Por
Líbana Nacif Heredia
Enero
de 2014
Lenta
pero continua ha sido la recuperación de la actividad turística en Acapulco
durante los últimos dos años.
Luego del desplome del
sector con la escalada de violencia en 2008, a finales de 2011 la actividad
comenzó a dar visos de una recuperación que se mantiene en medio del vaivén de
las tensiones sociales, la inseguridad y los cambios de gobierno.
Ambiciosos proyectos basados
en los matices del Acapulco de antaño, el del esplendor turístico, son parte de
la ruta primaria trazada para esta recuperación. Así, una forastera pero
visionaria alianza entre el gobierno estatal, federal, el sector turístico y el
cultural, remasterizó el Acapulco de la
época dorada.
Y es que los primeros pasos
de la recuperación se planearon con el impulso de la zona tradicional, en cuya máxima
expresión se encuentra el Proyecto de Rescate del Acapulco Tradicional con el
empresario Carlos Slim Helú como principal inversionista.
Mejoras en imagen, infraestructura,
promoción y eventos, se observan a dos años de este proyecto que si bien aún
tiene temas pendientes, ha hecho volver la mirada a esta zona del puerto donde
se dignificaron espacios de tradición como el teatro al aire libre de Sinfonía
del Mar con tocadas de rock y música filarmónica los fines de semana, la zona
de clavados de La Quebrada con su remozamiento, al igual que los tradicionales
hoteles Boca Chica, Caleta y el Paseo del Pescador.
Pero sin duda la apuesta más
ambiciosa se encuentra en la zona diamante, donde llega el turismo de mayor
poder adquisitivo, donde repunta la ocupación hotelera, donde tienen su sede
las grandes convenciones y donde se encuentra la puerta del desarrollo turístico
de la cuenca del sur, que apuntala a la unión de la Costa Chica de Guerrero y
de Oaxaca.
En
la temporada vacacional de invierno 2013, la Megaferia Imperial puso al
descubierto lo que parece ser el siguiente reto para la planeación y la
actividad turística en la que se presume como la zona de primer nivel y la más
apta para los nuevos retos de esta actividad económica.
Fue
el sábado cuatro de enero durante el último fin de semana del periodo
vacacional de fin de año, cuando ante la convocatoria lograda por la segunda
edición de la Megaferia, más de 30 mil personas se reunieron en torno al
complejo de convenciones Mundo Imperial – el más grande de Acapulco.
Miles
abarrotaron no solo la sede de esta atracción turística donde aquella noche se
presentaba el cantante neoyorquino Prince Royce, los estacionamientos públicos,
privados así como el bulevar de las naciones, colapsaron ante la inesperada concurrencia
de acapulqueños y turistas que no querían concluir sus vacaciones sin visitar
este atractivo para personas de todas las edades y estatus económico.
Medio
centenar de auxiliares viales no fueron suficientes para desahogar la circulación
como tampoco resultó suficiente el transporte público para llevar de regreso a
miles que durante la madrugada se vieron en la necesidad de caminar más de dos
kilómetros hasta la entrada de la Unidad Habitacional Luis Donaldo Colosio o
incluso de caminar.
Aunque
pese al tumulto no hubo incidentes que lamentar, lo sucedido aquella noche en
la zona diamante, deja al descubierto el reto del sector turístico ante un
eventual estallido de esta actividad económica en ascenso.
Preservar
en orden y confortabilidad la zona de lujo en medio de la concurrencia masiva a
los grandes eventos que apuntala el desarrollo de la zona Diamante, generar
infraestructura y capacidad logística en las vialidades y atractivos turísticos
debería ser una de las tareas inmediatas del sector, en la búsqueda de dar el
siguiente paso en la recuperación del turismo, aquí donde aseguran los que
saben, nació la oferta turística de México.
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