Por Líbana Nacif Heredia
Tras escuchar y leer mas culpas que argumentos sobre el desorden y las desobediencias que han puesto al PRD en los últimos meses como protagonista de la polémica y el debate político, traté de buscar en la ciencia política ideas y conceptos que esclarecieran mis frustraciones como joven perredista de nueva afiliación y como politóloga en proceso de titulación, mismos que me contestaran los cómo’s y porqué’s de la crisis del partido de una manera concreta.
Los motivos del desorden interno, fueron pues motivos de mi búsqueda de respuestas, y así opté por empezar buscando en la interpretación de la realidad más evidente de esta organización, “un partido muy partido” es como yo enunciaría su situación actual, por lo que entender el concepto de partido sería entonces el primer paso.
Un partido dividido en varias partes, como lo son las corrientes internas, parece no tener problemas si se piensa de manera superficial en la dialéctica del concepto, pues sería lógico concebir una división (las corrientes) cuando se habla de parte (el partido), pero en esta lógica estaríamos concibiendo al partido como un todo y no como una parte.
Que el PRD se encuentre mas partido que nunca no es un fenómeno natural que obedezca a la dialéctica del termino, pues la palabra partido que denota la idea de partir, desde su origen en el latín partire que significa dividir, debe ser entendida como parte en si misma, es decir, se debe entender al partido como parte de un todo que es el sistema político, y no al partido como un todo lleno de partes, que son las corrientes internas tal como se desdibuja en la dinámica actual del PRD.
Las corrientes, que nacen como expresiones democráticas para generar el debate ideológico pluralista al interior del partido, se ven hoy rebasadas en la lucha por la superioridad de sus fuerzas como fin principal y con el pragmatismo como su herramienta fundamental, lo que lleva a generar el clima que enrarece la dinámica interna del PRD y proyecta hacia el exterior la idea de que el solo partido es concebido por dichas corrientes como un todo y no una parte del sistema político.
Esta concepción del partido como un todo en el que distintas partes tienen derechos y libertades para apoyar u oponerse a un mismo proyecto ha sido consecuencia de lo que quizá es el vicio más grande del PRD, su débil institucionalización, sinónimo de la no consolidación de sus reglas del juego. No tener normas estatutarias y autoridades lo suficientemente sólidas que generen la obediencia y el orden al interior del partido, que permitan una actuación apegada a derecho y con ello la consecución de acuerdos en el debido orden que requiere la institución, ha impedido la articulación de las relaciones de poder de manera competitiva y exitosa.
Reglas del juego como las dispuestas en las normas formales del partido hubieran requerido un mayor grado de madures política previo, la suficiente madurez que le permitiera hoy practicar dichas reglas de manera exitosa; reglas creadas bajo la consigna de ser la parte del sistema político que representa la “revolución democrática”, pues estos lineamientos sustentan una revolución dirigida a la generación una manera distinta de hacer política, donde se ponderan las libertades y promueven los derechos de los militantes; no obstante este proceso de consolidación de una institución democrática se ha quedado en el camino al intentar concluir la otra parte de la consigna que da vida y nombre al partido, pues su “revolución” carece de las condiciones propicias para ser “democrática”, esta ultima entendida como un estado de cosas donde dichas libertades y derechos de los miembros del partido, generen eficiencia, eficacia, transparencia, orden y rendición de cuentas en las practicas políticas.
La débil institucionalización del PRD, debe ser vista como un objetivo a vencer para las próximas generaciones de dirigentes pereditas, las leyes de acceso a los cargos públicos, la regulación de las campañas, las libertades de las corrientes, los perfiles, atribuciones y funciones de sus principales autoridades son temas obligados en la reestructuración que se pretende tras esta crisis, pues la política no solo es estructura, también es proceso, es resultado, y el aparato perredista está obligado a generar resultados que defiendan y sustenten su identidad como una institución revolucionaria y democrática.
Tras escuchar y leer mas culpas que argumentos sobre el desorden y las desobediencias que han puesto al PRD en los últimos meses como protagonista de la polémica y el debate político, traté de buscar en la ciencia política ideas y conceptos que esclarecieran mis frustraciones como joven perredista de nueva afiliación y como politóloga en proceso de titulación, mismos que me contestaran los cómo’s y porqué’s de la crisis del partido de una manera concreta.
Los motivos del desorden interno, fueron pues motivos de mi búsqueda de respuestas, y así opté por empezar buscando en la interpretación de la realidad más evidente de esta organización, “un partido muy partido” es como yo enunciaría su situación actual, por lo que entender el concepto de partido sería entonces el primer paso.
Un partido dividido en varias partes, como lo son las corrientes internas, parece no tener problemas si se piensa de manera superficial en la dialéctica del concepto, pues sería lógico concebir una división (las corrientes) cuando se habla de parte (el partido), pero en esta lógica estaríamos concibiendo al partido como un todo y no como una parte.
Que el PRD se encuentre mas partido que nunca no es un fenómeno natural que obedezca a la dialéctica del termino, pues la palabra partido que denota la idea de partir, desde su origen en el latín partire que significa dividir, debe ser entendida como parte en si misma, es decir, se debe entender al partido como parte de un todo que es el sistema político, y no al partido como un todo lleno de partes, que son las corrientes internas tal como se desdibuja en la dinámica actual del PRD.
Las corrientes, que nacen como expresiones democráticas para generar el debate ideológico pluralista al interior del partido, se ven hoy rebasadas en la lucha por la superioridad de sus fuerzas como fin principal y con el pragmatismo como su herramienta fundamental, lo que lleva a generar el clima que enrarece la dinámica interna del PRD y proyecta hacia el exterior la idea de que el solo partido es concebido por dichas corrientes como un todo y no una parte del sistema político.
Esta concepción del partido como un todo en el que distintas partes tienen derechos y libertades para apoyar u oponerse a un mismo proyecto ha sido consecuencia de lo que quizá es el vicio más grande del PRD, su débil institucionalización, sinónimo de la no consolidación de sus reglas del juego. No tener normas estatutarias y autoridades lo suficientemente sólidas que generen la obediencia y el orden al interior del partido, que permitan una actuación apegada a derecho y con ello la consecución de acuerdos en el debido orden que requiere la institución, ha impedido la articulación de las relaciones de poder de manera competitiva y exitosa.
Reglas del juego como las dispuestas en las normas formales del partido hubieran requerido un mayor grado de madures política previo, la suficiente madurez que le permitiera hoy practicar dichas reglas de manera exitosa; reglas creadas bajo la consigna de ser la parte del sistema político que representa la “revolución democrática”, pues estos lineamientos sustentan una revolución dirigida a la generación una manera distinta de hacer política, donde se ponderan las libertades y promueven los derechos de los militantes; no obstante este proceso de consolidación de una institución democrática se ha quedado en el camino al intentar concluir la otra parte de la consigna que da vida y nombre al partido, pues su “revolución” carece de las condiciones propicias para ser “democrática”, esta ultima entendida como un estado de cosas donde dichas libertades y derechos de los miembros del partido, generen eficiencia, eficacia, transparencia, orden y rendición de cuentas en las practicas políticas.
La débil institucionalización del PRD, debe ser vista como un objetivo a vencer para las próximas generaciones de dirigentes pereditas, las leyes de acceso a los cargos públicos, la regulación de las campañas, las libertades de las corrientes, los perfiles, atribuciones y funciones de sus principales autoridades son temas obligados en la reestructuración que se pretende tras esta crisis, pues la política no solo es estructura, también es proceso, es resultado, y el aparato perredista está obligado a generar resultados que defiendan y sustenten su identidad como una institución revolucionaria y democrática.
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